Por las iglesias de madera de Maramures (Rumanía)

No es sencillo encontrar en la Unión Europea regiones eminentemente rurales, en las que el tiempo se ha detenido y es corriente cruzarse con montones de heno, campesinos con la guadaña apoyada sobre el hombro y más carros tirados por caballos que autobuses interurbanos. Rumanía es una de esas excepciones, quizá la mayor. En Maramures, al norte del país, la vida rural ofrece más atractivos, sin duda más auténticos, que los tópicos de poco fuste del conde Drácula y sus castillos apócrifos, por mucho que Vlad Tepes campara por la Transilvania del siglo XV.

Tiene Maramures un conjunto de iglesias de madera esparcidas por pueblos diminutos en los que es complicado cruzarse con turistas incluso en pleno agosto. Donde a uno lo reciben con cara de sorpresa y muestran con orgullo sus templos, la mayoría erigidos por sus antepasados con sus propias manos en los siglos XVIII y XIX.

Catedral de Cluj Napoca
La catedral de Cluj Napoca, al atardecer.


El punto de partida natural es la ciudad universitaria de Cluj Napoca, cuyo encanto está reconcentrado en las callejuelas que se apiñan a la sombra de la catedral. En ellas se dejan ver los jóvenes estudiantes, parejas en busca de buen vino para acompañar la cena e incansables paseantes a la espera de una fotografía al atardecer. La carretera 10, la que une Cluj con Baia Mare, es la ruta más lógica y directa para saltar de Transilvania a Maramures, siempre hacia el norte, hacia la frontera con Ucrania.

Valea Chioarului.


Valea Chioarului es uno de los primeros pueblos tras dejar Transilvania y tiene una iglesia al pie de la carretera, con la nave blanca y la torre de madera. Se deja sentir que el Maramures más auténtico, el más profundo, empieza ya a asomarse. Junto a la iglesia hay una maqueta torpemente rematada. Desde un lateral se tiene la mejor vista del conjunto, sentado apaciblemente en un balancín de hierro junto a la puerta de acceso.

Uno de los inevitables montones de heno, esta vez en Remetea.


Remetea. La iglesia está plantada en un cruce de caminos a la salida del pueblo. Como en otras muchas localidades rumanas, tuvieron la mala idea de erigir junto al templo histórico de madera otro monumental y con poca gracia arquitectónica, sin atractivo visual, a golpe de vista el uno del otro. Con un pequeño ejercicio de abstracción es fácil concentrarse  en la figura esbelta de la torre, toda ella levantada en madera y ya ennegrecida por el tiempo, el sol y la lluvia. Los montones de heno, tan característicos de la región, dan un toque bucólico al conjunto durante varios meses.

Iglesia de madera de Posta (Rumanía)
Posta tiene tal vez la iglesia más estilizada y elegante de la zona.

Posta. Desde Remetea hay que tomar un camino realmente estrecho en dirección a Posta. En muchas carreteras los carteles tienen la singularidad de mostrar la dirección sólo a los conductores que circulan en un sentido, así que conviene prestar atención. Pese al angosto camino, la ruta es agradable tanto por el entorno, en pleno valle, como por la práctica ausencia de tráfico. Antes de llegar al núcleo de casas que forman el pueblo de Posta hay un desvío a la izquierda y una bajada hasta la iglesia, con algunos tramos de grava y arena. Acercarse al templo es una invitación a visitarlo: la verja que lo rodea tiene la puerta abierta y habitualmente dejan la llave puesta. Si bien desde fuera la iglesia de Posta es semejante a la de Remetea, la sorpresa más agradable la da su interior, con pinturas en las paredes. Escenas bíblicas que se suceden por casi todos sus tabiques de madera, unas mejor conservadas que otras. Después, toca desandar el camino hasta Remetea.

Más allá de la capital y de algunas excepciones, es evidente que Rumanía es un país muy agrícola. Sus campos producen cereal, carne y lana a buen ritmo, pero no del modo en que lo hacen las regiones agrícolas y ganaderas de la Unión Europea, como las de España, Italia o el centro de Francia, tan conservador de sus esencias. En Maramures se ven montones de leña junto a las casas, pero apenas suena el estruendo de las  motosierras. El trabajo es manual. Tampoco abundan las mulas mecánicas, los tractores o las cosechadoras. Es muy frecuente adelantar por carreteras principales carros tirados por uno o dos caballos de grupa seca transportando troncos, sacos de pienso o forraje. Por los arcenes circulan agricultores en bicicleta con un hacha o una horca colgando tras el sillín. No es nada idílica la vida rural en esta zona del país.

Iglesia de Surdesti (Rumanía)
La torre absolutamente desproporcionada de Surdesti.


Surdesti. Muy  cerca de Baia Mare, una de las capitales de la región, está la altísima iglesia de Surdesti. La torre tiene una aguja de 72 metros, la más alta entre las iglesias antiguas de madera en Rumanía. El acceso hasta la explanada en la que está asentada es estrecho, entre unas cuantas casas sueltas. El porche delantero tiene un hueco en el techo por el que apenas cabe una persona. Por ahí sube tres veces cada día el encargado de hacer sonar las campanas insistentemente. A las cinco de la madrugada, a mediodía y a las ocho de la tarde.

-Todo el pueblo las oye, estamos acostumbrados, explica.
-¿No molestan cuando tocan tan temprano?
-Todos tenemos que levantarnos pronto. Unos para ir al campo, otros para dar de comer a las vacas, a los animales, para arreglar la casa… trabajar.

El interior del recinto está adornado con multitud de paños tejidos por las mujeres del pueblo. Y en las paredes y los techos, pinturas religiosas excepcionalmente conservadas, bien resguardadas de la luz, pero con el frío y gotas de lluvia colándose en el invierno por los huecos que dejan los cristales rotos del ventanal.

Visitar el interior de las iglesias de Maramures no deja de ser un pequeño juego o una lotería en función del lugar y del momento. El tique de la entrada tiene un precio estándar de 10 lei (unos 2,5 euros) por persona, casi siempre con derecho a hacer fotografías sin flash. En la práctica, incluso en los meses de verano, la mayoría permanecen cerradas y hay que indagar la forma de visitarlas. Lo más común es que tengan un cartel en la puerta con la dirección y el teléfono del encargado de las llaves. Escrito sólo en rumano, eso sí. En algunos casos, como en Surdesti, hay un croquis que señala la casa donde viven los guardeses. Pese a todo, la mayoría de las ocasiones no es necesario buscarse la vida. De algún modo, cuando se echa un vistazo y se comprueba que el edificio está cerrado, cuando uno está a punto de olvidarse de la visita, aparece de la nada un vecino con unas viejas llaves de hierro en la mano y las agita mientras dice con cortesía “¡biserica!, ¡biserica!” (iglesia).

Iglesia de Poplis (Rumanía)
La iglesia de Poplis, con el cementerio a sus pies.  
Poplis. A sólo dos kilómetros de Surdesti, los habitantes de Poplis erigieron en un pequeño promontorio una iglesia muy parecida a la de sus vecinos. Bien visible desde la carretera, su torre alta y rectangular está rodeada de heno y lápidas del cementerio, otra característica común en la zona. De cerca se ven las tablas que usan para su lenta y constante remodelación. Las pareces huelen a madera vieja, a la costra negra bien curtida por el sol.

Conducir por las carreteras de Maramures puede ser una experiencia muy estresante, aterradora incluso para algunos, o un entretenimiento. Depende en gran parte de la actitud del viajero. Los profundos socavones existen, son una certeza, y se trata de ir evitándolos. La señalización es muy deficiente y la cartografía de los GPS no es tan precisa como en los países de Europa Occidental. Muchos conductores no se caracterizan por el respeto a las normas de circulación y los obstáculos aparecen sucesivamente por el camino como si se tratara de un videojuego: perros que se cruzan sin temor, grupos de niños en bicicleta, vehículos con iluminación escasa, ramas caídas de árboles. La paciencia debe convertirse en norma y pensar que, a menor velocidad, mayor tiempo para disfrutar de los paisajes.

Iglesia de Desesti (Rumanía)
Una cuesta lleva hasta la iglesia de Desesti, la de mayor encanto.


Desesti. Más cerca aún de la frontera ucraniana está la iglesia de Desesti, en lo alto de un monte, completamente rodeada de vegetación e incrustada entre fincas en las que los vecinos tienden la ropa a unos palmos de la hierba como en los anuncios de suavizante. El verdadero tesoro de Desesti está en su interior: la pintura de sus paredes se ha fundido con la mdaera con el paso de los años, convirtiéndose en un tapiz en el que se suceden una a una escenas del Antiguo Testamento trazadas con mano ingenua.
El acceso al altillo que ocupa el espacio del coro es muy estrecho, casi angustioso, pero merece la pena hacer crujir los escalones de madera para seguir deleitándose desde la parte superior. La bombilla del techo carga la atmósfera de un tono cansado y amarillento y por el suelo yacen desperdigados alfombras y cojines preparados para las misas, que bien pronto refresca en esta zona del norte de Rumanía.

No resulta sencillo encontrar un restaurante, un pequeño negocio de comida rápida siquiera, cuando se recorren los pueblos pequeños menos visitados del norte del país. Hay colmados en algunas localidades, en realidad pequeñas agrupaciones de casas, donde se pueden conseguir bocadillos y bebidas. Pero siempre hay lugar para las sorpresas. En Maras, en pleno valle entre Baia Mare y Sighetu Marmatiei, está el restaurante Pastravaria Alex, un criadero de truchas en el que este pescado es la estrella del plato. Con el buen tiempo las familias aprovechan los fines de semana para ocupar sus cabañitas al aire libre y disfrutar de la naturaleza domesticada.

Harnicesti (Rumanía)
Harnicesti desde el coche.


Harnicesti. Un paso más allá por la carretera aguarda el templo de Harnicesti parapetado en una ladera verde y protegido por  el cementerio de cruces herrumbrosas. El moho se ha apoderado de su cubierta y de los tablones desvencijados que hacen de muros . Hay una buena vista del conjunto sentado en uno de los bancos que lo rodean. Se diferencia de sus hermanas de esta comarca por el tejado, mucho más inclinado de lo habitual y por los adornos que cuelgan de cada uno de los ventanucos laterales.

Expulsados del Paraíso en Posta.



Comentarios