Un museo para que los hipsters olviden a sus ex

Cartel de bienvenida a la cafetería del Museo.


Tiene Zagreb una colina, y en lo alto de esa colina, que es la parte más antigua de la ciudad, está la iglesia de San Marcos. Su tejado replica el juego ajedrezado rojo y blanco que tanto éxito tiene en Croacia. Como la zona es más bien pequeña, pronto acabas cerca del funicular, uno de los funiculares menos útiles del mundo: ni hay tanto desnivel ni tanta distancia. Pero la barandilla a su derecha ofrece vistas suficientes para esparcir la mirada. Y la torre del reloj, la Kula Lotrscak, merece un vistazo. Así, paseando sin prisa los ojos se detienen ante un cartel extraño que no está escrito en croata, sino en inglés: Museum of Broken Relationships. ¡Museo de las relaciones rotas! ¿Pero es que no hay límites para los museos? ¿Es que el mal de amores también da para ampliar nuestra cultura museística?

Antes de entrar, el museo ya evidencia que la retranca y el humor gris oscuro, casi negro, son su bandera. Como tiene cafetería a la entrada, donde invitan a pasar a cualquiera, sea o no visitante, anuncian en un cartelón que tienen "cerveza tan fría como el corazón de tu ex". Uf...

El bar, la tienda y el museo en sí desprenden un aire nórdico, un aspecto Ikea, en cada una de sus propuestas. Una intención de ser el rincón donde reunir a todos los hipsters de Croacia. Pero con un sentido del humor bien afilado. Un hacha cuelga de la pared. Las postales con mensajes de amor del tipo "Podría mirarte durante horas" tienen un rasca debajo con otra frase oculta: "Ahora quiero verte marchar". Abro un inciso: aquí se me viene a la mente la imagen de Joseph Gordon-Levitt en 500 day of summer escribiendo deprimentes mensajes en su absurdo puesto de trabajo tras una de las múltiples rupturas con Zooey Deschanel. Cierro el inciso.

También veo gomas de borrar (malos recuerdos), lapiceros antiestrés (con una línea de puntos para romperlos debidamente en caso de que aumente la tensión), camisetas con mensajes más o menos rencorosos... y, cómo no, el inevitable chocolate.


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