El país donde siempre eres millonario

Uzbekistán es un país con miles de  singularidades, detalles únicos, excentricidades. La mayoría tienen como protagonista a su Gobierno, presidido por Islom Karimov desde la caída de la URSS y su salida del bloque soviético.

Una de estas peculiaridades es la moneda, el sum (o som, que lo he visto traducido al castellano de ambas formas). Avisado desde España de su poco valor, la primera vez que cambié dinero sólo entregué un billete de 50 euros. A cambio, mi cartera se convirtió en la envidia del billetero de cualquier capo: unos 165.000 sum en billetes de 1.000.


El resultado de cambiar 50 euros en sum.




Aunque hay billetes de mayor y menor valor, son una rareza por las calles. Los uzbekos pasean con fajos de billetes para sus compras cotidianas. Algunos ven el lado bueno: aunque te roben una gran cantidad, nunca es demasiado dinero, dicen.

El Gobierno da por hecho que una actualización en la estampación de moneda más acorde con los precios reales conllevaría un alza importante de la inflación. Sin comentarios. Una comida para dos personas en una cafetería de Khiva, por ejemplo, ronda los 25.000 sum (unos 8 euros), 25 billetes; otra comida en un buen restaurante de Bukhara son 46.000 sum (menos de 15 euros).

Como el turismo no es masivo, no hay muchas oficinas de cambio por el país, más allá de los aeropuertos y hoteles. El mercado negro de cambio está al orden del día y bien a la vista, en los lugares más concurridos de los mercados. Para no estar moviendo fajos en plena calle, a pesar de la aparente seguridad, opté por una tienda de alfombras para cambiar más euros. El dependiente no se extrañó en absoluto con la petición. Simplemente cogió una calculadora y tecleó el cambio que ofrecía, bastante ajustado en comparación con los oficiales. E incluyó las gomas imprescindibles para llevar los tacos de 100.000 sum.





No soy el único que tuvo una experiencia surrealista con el dinero en Uzbekistán.

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